La Historia de esos días

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23 de diciembre de 2011

Virgilio Beltrán por Alma Leticia León Salazar

Radio BUAP. Biografías

Virgilio Beltrán López
Alma Leticia León 

Virgilio Beltrán nació en la ciudad de Puebla, en 1932. Donde realizó sus estudios hasta la licenciatura. Obtuvo dos, una en ingeniería  y egresó de la primera generación de la Escuela de Físico Matemáticas de la Universidad Autónoma de Puebla. Durante ese periodo formativo fue muy clara la influencia del ingeniero Luis Rivera Terrazas, junto a él participa en la huelga estudiantil en protesta por la intentona de militarizar a la universidad por parte del gobernador Rafael Ávila Camacho, por lo que ambos son expulsados de la universidad, a la que regresa al triunfo del movimiento de Reforma Universitaria.
 Ya  Concluidos sus estudios  profesionales viajó a Estados Unidos para continuar con una maestría  en la Universidad Lehigh y un doctorado en la Universidad de Yale. En esta última trabajó con el profesor Vernon Hughes, de quien aprendió una buena parte de los trucos de la física experimental. Para su tesis doctoral hizo dos mediciones de gran relevancia para la física. En la primera parte de su tesis puso un límite muy preciso a la anisotropía de la masa inercial debida a la distribución de masa en nuestra galaxia.
Posteriormente continúa sus estudios de posgrado en el extranjero,  nació,  es donde nace el interés por un tema que desarrollaría toda su vida: el magnetismo atómico.
De regreso en México, se dedicó a calcular los momentos magnéticos de átomos, y asimismo, invirtió grandes esfuerzos a la construcción de laboratorios donde hacer nuevas mediciones. Estas ideas lo impulsaron a fundar el primer grupo de investigación en física, fuera del Distrito Federal, en su querida Puebla. Ahí llevó a prestigiados investigadores mexicanos y estableció colaboraciones con investigadores en el extranjero. Su trabajo de investigación personal dio como resultado cálculos a partir de primeros principios de los momentos magnéticos de los átomos en la segunda fila de la tabla periódica.
Regresó a la UAP, se integró a la planta docente siendo unos de los primeros maestros formados  por la escuela de Físico Matemáticas de la que fue director en 1964.
Problemas políticos resultado del enfrentamiento con el rector José F. Garibay Ávalos, que provocaron la destrucción de la Escuela de Ciencias Físico-Matemáticas y su expulsión junto con el ingeniero Luis Rivera Terrazas, lo obligaron a dejar prematuramente la Dirección de la Escuela  de Ciencias Físico Matemáticas. Regresó a la Ciudad de México y de 1966 a 1970 fue jefe del Departamento de Investigación del Centro  Nuclear en Salazar, Estado de México. Ahí  introdujo la espectroscopia Mösbauer al país y construyó  el primer espectrómetro de ese tipo en Latinoamérica. Igualmente, trabajó como asesor del Instituto  Mexicano del Petróleo.
Fue investigador  de los  institutos  de  Geofísica y de Física, y profesor de la  Facultad  de  Ciencias, de la UNAM. En  1980 se incorporó como investigador titular C de tiempo completo al entonces Centro de Estudios Nucleares y ahí continuó  su labor de construcción de laboratorios de investigación.
Con escasos recursos y la ayuda de estudiantes y técnicos, montó un laboratorio de espectroscopia por resonancia paramagnética electrónica en el que midió los momentos magnéticos de estados metaestables del nitrógeno atómico. De igual forma, en ese laboratorio realizó espectroscopia de iones paramagnéticos en materiales desordenados.
Desarrolló un método original y simple para la simulación de espectros de resonancia paramagnética en este tipo de sistemas. Investigadores de prestigiados centros de investigación nacionales y del extranjero buscaban su ayuda para interpretar espectros de muestras de muy diverso origen o utilidad. En este renglón, destaca la participación en el análisis de las muestras del impacto del Chixchulub, que se supone fue el evento que desencadenó la extinción de los dinosaurios.
En  el Instituto de Ciencias Nucleares diseñó y construyó un laboratorio de espectroscopia por resonancia magnética láser. Requirió tiempo y esfuerzo construir el láser de bióxido de carbono para bombear el otro láser infrarrojo lejano, también de construcción local. Participó en el diseño y las pruebas del electroimán que se necesitaba. Y todo ese trabajo rindió frutos. El espectrómetro LMR se encuentra funcionando, y es uno de unos pocos con esas características en el mundo.
Por la trascendencia de su trabajo en impulsar la física en el país, la Sociedad Mexicana de Física le otorgó  en  1994, la Medalla Académica.
 Impartió más de 100 cursos de licenciatura y posgrado. Preocupado por la enseñanza de la física experimental, diseñó experimentos sencillos y muy ilustrativos para sus “cursos integrados” de la Facultad de Ciencias. Estaba tan convencido de esa visión integradora, y además era tal su elocuencia en el salón de clase, que lograba convencer a sus alumnos del papel fundamental que juega el experimento en la física.
La UNAM, en 1993 reconoció su trayectoria docente con el Premio Universidad Nacional en el área de docencia en ciencias exactas.
Participó  en la elaboración de  15 libros de texto. En todos ellos se refleja claramente su visión integradora de la física. Todos tienen un sinnúmero de experimentos simples y muy ilustrativos, que cualquier estudiante puede llevar a cabo. Han sido vendidos más de cuatro millones de esos libros.
Constantemente  daba  pláticas para  toda clase de público. En esas pláticas y artículos de divulgación siempre lograba transmitir su visión sobre la estrecha vinculación que existe entre teoría y experimento en la física. Escribió artículos de divulgación en los que se daba información detallada para la construcción de instrumentos científicos, y para la realización de mediciones muy ilustrativas. En su amplia labor de difusión destaca su libro Para atrapar a un fotón, en el que da una revisión amena e integradora de la óptica, desde sus orígenes hasta nuestros días.
A finales de 1998 le fue diagnosticado cáncer. Destinó  una gran cantidad de energía a combatir esa enfermedad, pero nunca descuidó  sus tareas docentes y de investigación. Apenas unas semanas antes de su muerte, en mayo de 2000, Virgilio impartía clases regularmente, y acudía también a sus tareas de investigación, en el laboratorio o en el cubículo. No cabe duda de que con la muerte de Virgilio, la UNAM pierde un investigador emérito en toda la extensión de la palabra. Pero, también, es claro que la calidad y trascendencia de su obra de investigación, docencia y difusión de la ciencia es un ejemplo a seguir dentro de nuestra Universidad.

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