La Historia de esos días

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La historia de esos días

3 de marzo de 2013

La misoginia es un crimen sin cadáver; un asesino silencioso




Intervención de Laura Hernández, embajadora de “poetas del mundo” en el Foro Internacional de Poesía “La mujer rota”

Redacción: Aurora Sansores, CIMAC- AmecoPress

“Crimen sin cadáver: la misoginia, asesino silencioso”, tituló su ponencia Laura Hernández Muñoz, embajadora de poetas del mundo en México, en la que calificó la misoginia como el odio a las mujeres disfrazado de amor, en la que el varón misógino tiene una visión deformada de sí mismo.

Durante la tercera mesa del primer Foro Internacional de Poesía “La mujer rota”, la también Embajadora de la Paz Universal en Ginebra, Suiza, realizó una disertación sobre el misógino, el hombre que gusta de mujeres inteligentes, triunfadoras y carismáticas porque son un reto para su personalidad controladora “entre más sobresaliente sea la mujer, más empeño pone en destruirla”.

Dijo que el placer de ir disecando lentamente el espíritu femenino sin matarlo, es un trabajo cotidiano que requiere de un sutil tratamiento sádico y amoroso, en el que la mentira y el engaño es una de sus tretas, pero, si acaso la mujer hace uso de ellas, es severamente castigada.

Recalcó que el hombre no siente dolor ni remordimiento por el daño que inflige, siempre piensa que ella se lo merece por haber trasgredido alguna de sus múltiples reglas de conducta, y el juego del gato y el ratón se sucede continuamente hasta lograr que su víctima (esposa, amante, compañera) crea que se lo merece, y acepte y justifique el mal trato.

Y es tal el daño psicológico, que la mujer al hablar de su pareja, lo justifica, y siempre lo hace con los términos: “es encantador, tiene muchos detalles, siempre está atento a lo que hago y digo, me quiere mucho, por eso me cuida y está al pendiente de cómo visto, me comporto, y adónde voy y a quien frecuento”.

Lamentablemente cuando la labor de destrucción de la autoestima de la mujer está completada, el misógino se vuelve impaciente e intolerante y la desprecia acusándola que lo enfadan sus lloriqueos, su falta de arreglo personal y su actitud derrotista y cobarde.

Posteriormente viene la amenaza de buscarse a otra que realmente lo satisfaga y que sea mejor en todos los aspectos, los insultos van haciendo del espíritu de la mujer un gran hueco por donde escapa la esperanza de salvación: aman y temen al causante de su dolor, desean escapar y al mismo tiempo sienten que sin él no son alguien que valga la pena amar.

Creen que sólo él puede amarlas y por eso aceptan cualquier tipo de castigo que les dé “incluso la muerte psicológica y espiritual, crimen que ninguna ley humana castiga porque no hay cadáver para comprobarlo”.

La también escritora, afiliada al Registro Creativo de la Asociación Canadiense de Hispanistas, afirmó que el lado sombrío de la relación con un misógino es que, para poder disfrutar de los buenos momentos, si los hay, una mujer soporta también mucho dolor, se vuelve una relación amorosa adictiva, y como toda adicción, se convierte en una necesidad compulsiva de estar junto a quien le hace daño.

Subrayó que se cree que una mujer que es maltratada se separa de su pareja, sin embargo en la relación con un misógino, sucede lo contrario, porque nada crea un vínculo tan adictivo como el que vive una mujer y un misógino, porque éste mantiene la relación en oscilaciones pendulares del amor y la agresión.

Capacidad amatoria que seduce y atrapa, pero jamás se siente satisfecho

Hernández Muñoz apuntó que para el misógino lograr absoluto control sexual, financiero, social y familiar es de primer orden, su “amor” es característicamente insaciable y exigente, todo lo que la mujer haga por complácelo, jamás se sentirá satisfecho. “inventará constantemente maneras nuevas de poner a prueba su devoción. Es como si cada día tuvieras un examen final que nunca aprobarás”.

Explicó que en el aspecto sexual despliegan una capacidad amatoria que seduce y atrapa, pero sólo sus necesidades tendrán importancia, su comportamiento egoísta no permite más formas de hacer el amor que las que a él le satisfagan, entre ellas el sadomasoquismo, y es precisamente cuando ya tiene a la mujer sometida a su chantaje amoroso, cuando inicia el ataque sistemático de desvalorización física y emocional, al agredirla verbalmente, con críticas y comparaciones con otras mujeres.

“La constante crítica mina la autoestima de la mujer más fuerte, convirtiéndola en un guiñapo humano que agradece a “su hombre” la generosidad de amarla a pesar de todas sus imperfecciones. A mayor maldad en la agresión verbal, los efectos son más devastadores”.

Señaló que esta actitud de desvalorización puede conducir a la mujer al alcoholismo, a las drogas y al suicidio, al ser abandonadas por su agresor.

Ejemplificó que el refrán “el que paga, manda”, el misógino lo aplica de manera absoluta, tasa el amor por la cantidad de dinero que se utiliza para obtenerlo, y en la relación de pareja cree que si él “invierte” en ella, lo mínimo que puede hacer la mujer es someterse a su voluntad completamente.

Dinero y misoginia, íntimamente relacionados

Manifestó que cuando se trata de dinero, hay dos tipos de misóginos: el buen proveedor de economía estable, y el trágico que siempre es víctima inocente de estafas y engaños, además de estar continuamente desempleado y en bancarrota.

“Como sea de ambas partes, si él contribuye, o se hace a partes iguales, o es mantenido, él es quien decide cómo se gasta el dinero. Una mujer desprotegida económicamente, es la víctima favorita y permanente de este tipo de relación”.

Dijo que es probable que en público se muestre encantador y sociable, pero tan pronto como se queda solo con su compañera comienza a despotricar, otra manera es la de humillarla en público, y otros insultan a su mujer coqueteando abiertamente con otras mujeres en presencia de ella “es un comportamiento que se propone herir, castigar y humillar, conduciendo a la desvalorización e inseguridad de la mujer”.

La familia como rivales del afecto del misógino

En lo referente a la familia, apuntó, el misógino siente una amenaza del vínculo emocional de la mujer con sus padres, hermanos y parientes, a los que ve como un enemigo a vencer para obtener el control absoluto de los sentimientos de su mujer.

“Para un hombre así, los niños pueden ser poderosos rivales en el afecto de su compañera además de utilizarlos para amenazarla con quitárselos en caso de que él juzgue que ella no es una buena madre”.

Advirtió que los niños que crecen en el hogar de un misógino experimentan cólera, tensión y frustración además de miedo, cuando ven agredir a su madre, ya sea psicológica o físicamente, se asustan y enojan, y al no tener más salida que aguantar expresan sus sentimientos en formas contraproducentes y autodestructivas, como reacciones psicosomáticas, dificultades escolares y depresiones.