La Historia de esos días

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La historia de esos días

4 de enero de 2013

Mujeres indígenas: sexualidad y violencia


Por Cirenia Celestino Ortega*


En 2010, según el Observatorio de Mortalidad Materna (OMM), 992 mujeres murieron en México en el ejercicio de su maternidad, es decir, en torno a su embarazo, parto, puerperio o aborto, una de cada 5 era adolescente, 14 por ciento era hablante de una lengua indígena, y 9 de cada 10 recibieron asistencia médica, es decir, no murieron en manos de una partera.  
Las condiciones de pobreza y las oportunidades de vida limitadas están estrechamente relacionadas con tener un embarazo a temprana edad, perpetúan la inequidad de género y la desventaja social para las mujeres.
Para el caso de Puebla, el OMM reportó 58 muertes maternas en 2010, de las cuales 9 eran adolescentes y otras 9 hablantes de una lengua indígena, reflejo de la violación al principio de la no discriminación, la universalidad y la equidad, porque afecta a quienes sufren pobreza, no tienen acceso a escolaridad ni a servicios de seguridad social, y viven en zonas rurales, marginadas y aisladas.
Puebla ocupa el quinto lugar entre las entidades federativas con mayor población (5 millones 779 mil 829 habitantes, de las cuales 52 por ciento son mujeres), y con mayor índice de analfabetismo, donde una de cada 10 personas de 15 años en adelante no sabe leer ni escribir (Inegi, 2010).
En 2009, 40 de cada 100 adolescentes poblanas usó algún método anticonceptivo, 3.8 por ciento inició su vida sexual antes de cumplir 15 años. En este mismo año se registraron 122 mil 200 nacimientos, de los cuales 73 por ciento fueron de madres adolescentes (Campaña Por una Maternidad Libre y Voluntaria, CIMAC, México, 2010).
La salud constituye un campo aceptado para la participación pública de las mujeres, ha permitido una tradición de conocimiento y la aparición de oficios vinculados a estos saberes: parteras y sobadoras, como actividades de especialización.
La partería constituye uno de los nichos de reconocimiento para las mujeres al interior de sus familias y comunidades, acompañan a la embarazada durante el proceso, incorporan prácticas locales de salud, comparten una misma cosmovisión, y crean un ambiente de confianza y seguridad para la gestante.
Las traductoras, por su parte, garantizan que las mujeres puedan ser atendidas en su lengua y cuenten con alguien que les ayude a comprender el sentido que ciertos eventos y procesos tienen para las mujeres.
Cuetzalan presenta un trabajo importante en la organización de mujeres: agrupaciones de parteras, médicas, promotoras de salud y/o defensoras de Derechos Humanos de otras mujeres.
Las mujeres organizadas enfrentan las múltiples formas de explotación y opresión. Las indígenas de Cuetzalan empoderadas, promueven su auto-sustentabilidad, la formación de promotoras de salud, la profesionalización de las parteras, y la atención integral a las mujeres en su vida sexual y reproductiva.
La Estrategia Nacional de Promoción y Prevención para una Mejor Salud 2001-2006 señala que México cuenta con mil 121 hospitales públicos, 628 de éstos atienden a la población no asegurada, esto significa 1.1 hospitales por cada 100 mil habitantes para la población sin seguridad social.
Sin embargo, existen diferencias importantes entre entidades federativas: el Distrito Federal cuenta con tres médicos por cada mil habitantes, mientras que Puebla, Chiapas y Estado de México, con menos de uno, y Cuetzalan con uno para la atención de toda la población, 47 mil 433 habitantes.
La especificidad lingüística representa para las indígenas una barrera frente a las instituciones. En Puebla conviven cuatro lenguas indígenas, principalmente náhuatl, con 76.3 por ciento; el resto entre totonaca, popoloca y mazateco, de las cuales al menos 14 por ciento no habla español.
La salud sexual y la salud reproductiva fueron adoptadas como prioridad en la atención de la salud con la creación del Programa Nacional de Planificación Familiar y Salud Reproductiva 1995-2000, hoy Programa de Acción: Salud Reproductiva en el Programa Nacional de Salud 2007-2012, en el que se reconoce el derecho al disfrute de una vida sexual, reproductiva y post-reproductiva satisfactoria, saludable y sin riesgos.
El Estado mexicano firmó y ratificó instrumentos internacionales que otorgan legitimidad a los derechos sexuales y reproductivos, como la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de El Cairo (1994); la Declaración de Valencia (1997); la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW, 1979); las cuatro Conferencias Mundiales sobre la Mujer (México 1975, Copenhage 1980, Nairobi 1985 y Beijing 1995), y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer Belem Do Pará (1990).
Todos esos tratados marcan la normatividad de los Derechos Humanos de las mujeres como sujetas de reconocimiento, goce, ejercicio, protección y respeto de su vida, su integridad física, psíquica y moral, su libertad, salud y sexualidad, reconocido también en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (2006).
Pese a los altos índices de embarazo en adolescentes y de muerte materna, de la vasta legislación nacional y las recomendaciones internacionales, el 12 de marzo de 2009 el Congreso poblano aprobó la reforma al artículo 26 de la Constitución estatal para proteger la vida desde la concepción, criminalizando así a las mujeres que deciden interrumpir su embarazo aunque a nivel federal la NOM-046-SSA2-2005 “Violencia familiar, sexual y contra las mujeres. Criterios para la prevención y atención”, obliga a promover la salud sexual y reproductiva, y a ofrecer la interrupción legal del embarazo y efectuarla si la mujer así lo decide de manera informada.
A pesar de su importancia en la realización integral de las mujeres, persisten indicadores de retroceso en la materia, como la ausencia de sensibilización, prestación de servicios y la misma legislación que garantice la decisión y ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos con pertinencia cultural para las indígenas.

 *Investigadora de la Coordinación de Redes de Periodistas de CIMAC.

 12/CCO/RMB

Obesidad: “bomba de tiempo” para adolescentes embarazadas


Dispara hemorragia pos parto y preclampsia, entre otros males 

Por Guadalupe Cruz Jaimes

México, DF, 31 dic 12 (Cimacnoticias).- México debe reforzar sus acciones para disminuir la obesidad en adolescentes y el número de embarazos en esta población, ya que la gestación en las menores de edad con sobrepeso coloca en riesgo su salud y su vida.  
Y es que en el país esta problemática representa una “bomba de tiempo”, ya que las tasas de obesidad y de embarazo en adolescentes son “preocupantes”, advirtió Juan Carlos Bello, coordinador de la Maestría en Medicina materno-fetal en la Universidad Autónoma de Barcelona, durante su participación en el Tercer Congreso Nacional de Medicina Perinatal “Embarazo en adolescentes, vidas en riesgo”.
En el encuentro, organizado por el Instituto Nacional de Perinatología (INPer), el especialista refirió que una de cada 3 adolescentes en México tiene obesidad y la tendencia apunta a que en breve sean 2 de cada 3.
 Mientras que la tasa de embarazo es de 225 nacimientos por cada mil mujeres de 18 a 19 años, edad a la que 60 por ciento de las jóvenes tiene sobrepeso.
Ser una adolescente embarazada con obesidad detona con mayor frecuencia y gravedad padecimientos causantes de enfermedad y muerte ligadas al embarazo, parto y puerperio, como la hemorragia pos parto y la preclampsia-eclampsia (alteraciones en la presión arterial).
Juan Carlos Bello indicó que la prevalencia de la hemorragia pos parto en menores de 17 años con peso normal es de 3 por ciento, el doble de lo que se esperaría en las adultas, pero si las adolescentes son obesas la proporción se eleva a 7 por ciento, y si la obesidad es severa a 13.5 por ciento, es decir 10 veces más de lo que se esperaría en la población general.
En tanto, la preclamsia es 4 veces más frecuente en adolescentes obesas, y casi 7 veces más alta en las menores de edad con obesidad severa. 
En las adolescentes con sobrepeso también se duplica el riesgo de que sufran diabetes gestacional, y se triplican las posibilidades de que el producto nazca por cesárea de emergencia.
El también ginecólogo en el Hospital Qiron calificó el panorama como “aterrador”, y exhortó al país a actuar “de manera contundente” para controlar la obesidad en las adolescentes y encaminar acciones de prevención de embarazos en las menores de 17 años, ya que sólo de este modo será posible incidir “de manera viable en la morbimortalidad materna y perinatal”.
Bello criticó que hasta ahora la obesidad se considera un problema de salud pública en pocos países de la región, México es uno de ellos, ya que recién comenzó a preocuparse por esta situación.
Lo anterior a pesar de que la obesidad va en aumento en América Latina, sobre todo en la población que padece mayor desnutrición.
El experto mencionó que en la última década la obesidad, condición física que predispone el desarrollo enfermedades, cambió su prevalencia de forma “dramática”, al pasar de 10 a 25 por ciento, esta proporción es todavía más elevada en países como México (30 por ciento). 
Bello Muñoz indicó que el sobrepeso está ligado a la ingesta de comida “chatarra”, pero también a la predisposición física, ya que los padres de las adolescentes padecen obesidad, por lo que “son una generación programada para ser obesa”.
Por ello concluyó que México y el resto de los gobiernos de la región tienen mucho por hacer para abatir el problema: “Hay que hacer trabajo mucho antes de que se embaracen y de que tengan problemas de obesidad”.