No fue mi maestro de la Escuela de Periodismo, Carlos Septién García, pero llegaba con frecuencia a darnos conferencias, que él llamaba pláticas. Nosotros éramos unos jóvenes ávidos de conocer el medio periodístico, él estaba en plenitud, ya era el destacado columnista que dejó Excélsior, escribía en Proceso, y sin embargo dispensaba su atención y paciencia para aclarar nuestras dudas. Luego lo encontré en la Unión de Periodistas Democráticos, dónde puso todo su empeño y trabajo para lograr la unificación del gremio.
El 5 de noviembre del 2008, iba a participar junto con Denise Dresser y Virgilio Caballero, en el panel para presentar el libro que escribimos la periodista Kara Castillo, el maestro Luis Ortega y su servidora, “Libertad secuestrada, Lydia Cacho vista en los medios poblanos”. Días antes, se disculpó por no poder asistir al evento, el cáncer le acompañó durante los últimos años, lo tenía abatido, pero no rindió su Plaza Pública desde donde seguía llevando las voces de la calle, examinando las noticias, dándonos análisis puntilloso.
Descanse en paz, el maestro indiscutible y ejemplo a seguir de los periodistas independientes mexicanos.
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