La última lección de Juan Manuel Torres
Alma Leticia León
- 2007-03-21
Opinión
•Cultura
Juan Manuel se nos murió hace ya toda una vi-da y las películas que al-canzó a hacer no reflejan el infinito talento que tenía. Uno de los impedimentos más grandes para plasmarlo fue Meche Carreño. Se enamoraba de todas sus actrices, pero con ella se casó y le hacía las películas a modo para demostrar que sí era actriz y que se desnudaba sólo si el guión lo requería. Esto limitó al extremo su genio.
Estudió literatura en la UNAM. En 1961 se unió al grupo Nuevo Cine, formado por Emilio García Riera, José de la Colina, Salvador Elizondo, Jomí García Ascot y Carlos Monsiváis, entre otros. Fue becado en el Instituto Cinematográfico de Lodz, Polonia. En esa institución dirigió los cortometrajes "Juega usted póker?", "Escuela de baile" y "29 de enero". En 1968 regresó a México y dos años después filmó el episodio "Yo" de la cinta Tú, yo, nosotros/1970. Escribió el argumento de Fin de fiesta/Mauricio Wallerstein en 1971. Su debut formal se da con Diamantes, oro y amor/1971, cinta inspirada en el cine negro de EU. Publicó los libros Las divas/1962, El viaje/1969 y Didascalias/1970.
En la tetralogía cinematográfica de La otra virginidad/1974, La vida cambia/1975, El mar/1976 y La mujer perfecta/1977, con su ácido y crítico sentido del humor reflexiona sobre sus obsesiones: la muerte, el amor y la juventud.
Ya curado de la Carreño, escribió el guión de la que sería su mejor película: Día de Sol, pero no la llegó hacer, ya que la madrugada del 17 de marzo de 1980 murió en un accidente automovilístico.
A 27 años de su muerte, Juan Manuel, mi padre intelectual, sigue presente en mi vida. Y cómo no? Sí el me enseñó a preferir a los Tigres sobre los Diablos Rojos, al América por sobre todos los equipos; a beber cerveza sin emborracharme. Formó mi gusto cinematográfico, moldeó mis hábitos de lectura y me ayudó a encontrar una ideología.
Él, que tanto me enseñó, con su muerte me dio la última lección. Bordeando los 20 años, nunca había sentido dolor; con su muerte lo conocí, aprendí la fragilidad de la vida y fue la lección definitiva que me instaló en el mundo y me hizo presagiar que el dolor más grande de la vejez es seguir viviendo después de que mueren los seres amados.
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