"Sororidad; cuestión de lazos"

Por Lucía Raphael    «Cuando Virginia Woolf le dijo a Violet Dickinson, como frecuentemente lo hizo, que prefería a las mujeres, se refería al comportamiento libre, privado y juguetón que las amistades femeninas le proveían [...]. Con ellas podía ser coqueta, caprichosa, afectuosa, exigente de abrazos y apapachos, permanecer por horas en su regazo, o sentada en sus rodillas. Y podía expresar lo que pensaba y hablar de sí misma de una manera en la que no era posible, con su padre o sus hermanos»

Herminon Lee, (1996)

Lo que la biógrafa de Woolf describe, se define hoy con el término sororidad, del francés: soeur-hermana y del latín soror y equivale a fraternidad: hermandad entre hombres. La sororidad define la complicidad y la felicidad simple de vivir amistades entrañables, tejida entre reflexiones sesudas de horas infinitas, risas desprovistas de dolo, cargadas de compromiso con la realidad de nuestras iguales y la búsqueda de compartirla, mejorarla, analizarla; de acabarnos la caja de kleenex o la tinta, que se deja correr a borbotones, entre páginas, vidas, usb's, letras digitales, imágenes y sueños.

Ese es el mundo de la sororidad que Woolf atesoró particularmente, y que en ella, en su escritura, en su comprensión de la realidad de las mujeres, en tanto mujer; nosotras, mujeres del siglo XXI nos hermanamos. En tanto marginal que descubre en su marginalidad una fuerza, un espacio de movilidad, una sinergia que, compartida con otras marginales, nos permite mover la realidad en "Momentos de ser" (Moments of being), compartidos desde la sola ambición de permanecer marginales, para poder avanzar hacia una noción de fraternidad que parta de nuestro ser, humano, y no desde la dominación, la competencia, el poder, la apariencia.

Durante las últimas semanas, he tenido el privilegio de vivir algunos de estos "Momentos de ser" con mujeres entrañables. Aprender de ellas, saber que todavía existen estas seres generosas, solidarias, desinteresadas y afectuosas, cuyo placer esta en la "compartencia", cuya ambición está en lograr una mejor vida para sus pares, cuya sabiduría ha dejado atrás el odio al de en-frente, o la búsqueda de una igualdad mal entendida -si ésta inquiere equiparar el derecho a la diferencia con una necesidad de aparejar-nos al "ideal masculino" de humanidad. Hay mujeres, muchas, las más, que han entrado al juego de empatar-se al modelo masculino, en vez de buscar cambiar el mundo de lo humano y es una pena. Yo les deseo rescatar esa "otredad", que es tan nuestra y tan posible. Porque hay pocos placeres que le den tanto sentido a nuestra identidad y, guía a una búsqueda distinta, de un mundo de diferencias realmente valoradas.

He tenido el privilegio de reírme con ellas hasta hacernos pipi, tontear conscientemente hasta curarnos tristezas, compartir el placer de la cocina y de la comida, al lado del placer de la creación y las lecturas comunes. Hemos "deconstruido" pedacitos del mundo para arreglarlo a nuestra manera, "intenseado" hasta cansarnos y acompañado en aulas de clase, en un privilegio de rareza irrepetible: la de discutir sobre nuestros temas, desde nuestras carencias y nuestras destrezas, desde nuestras pasiones y nuestros dolores, retomando, quiero pensar, un sentido muy antiguo de la universitas originaria: conversar y aprender las unas de las otras por el placer de hacerlo, siendo maestras y alumnas al mismo tiempo mientras complementamos nuestras experiencias. Creo que el placer de descubrir nuevas cabezas llenas de sensibilidad y de madurez conmovedora, da sentido a una vida. Creo que la tristeza de enfrentar la testarudez de la ignorancia, en pos de la aprobación jerárquica, es más llevadera en equipo. Y finalmente; descubrir que hay sororidades posibles con hombres capaces de cuestionarse, es invaluable. ¡Gracias! "A quienes corresponda".

Publicado por El Sol de México el 23 de febrero de 2012

Escritora e Investigadora IIJ - UNAM

learapha@gmail.com

LUCIARAPHAEL11