Los femicidios en Ciudad Juárez inauguraron la “estética de la violencia”, ahora tan normalizada en México. Filas de cadáveres en avenidas principales, ejecutados, descabezados, etc., constituyen el escenario cotidiano de varias ciudades mexicanas a partir de la llamada “guerra contra el narcotráfico”, que el presidente Felipe Calderón les declaró a las bandas del crimen organizado tras asumir la presidencia en el 2007. A un año de terminar el sexenio, van más de 60 mil asesinadas en territorio mexicano, sin que el Estado pueda detener la escalada de violencia que impera en el país.
A principios de los ‘90, los hallazgos de cadáveres femeninos en parajes desérticos y basureros de Ciudad Juárez llamaron la atención de los medios de comunicación y la opinión pública. Los asesinatos de mujeres no eran una novedad: lo novedoso consistía en el carácter sistemático de los crímenes. Las mujeres no solamente estaban siendo asesinadas, sino que sus cadáveres (con marcas de extrema violencia) eran exhibidos públicamente. Así fue que comenzamos a hablar de femicidios, pues a las mujeres las estaban matando sin razón aparente.
Primero se habló de un asesino solitario, pero el fenómeno no dejó de replicarse, ni siquiera cuando encarcelaron a los sospechosos. Mujeres jóvenes aparecían estranguladas, asfixiadas, violadas, y a veces mutiladas. Como lo expresó la periodista de El Paso Times, Diana Washington, estos asesinatos parecían contener una firma, que implicaba una especie de mensaje entre los individuos de una banda del crimen organizado. Sin embargo, el fenómeno fue más allá de Juárez y comenzó a replicarse en el Estado de México, en el Distrito Federal. El año pasado, dos mujeres, periodistas, trabajadoras de la revista Contralínea aparecieron muertas, atadas y semidesnudas en un lote baldío de la delegación Iztapalapa.
Cuando las mujeres de Juárez comenzaron a denunciar los femicidios y se enfrentaban todo el tiempo con la indiferencia, la cerrazón y la misoginia del Estado mexicano, ellas mismas advirtieron que si el gobierno no hacía nada al respecto, después iban a matar a todo el mundo: hombres y mujeres con la misma saña.
Y da la casualidad de que eso es justo lo que ha venido sucediendo, al punto de que ahora se habla de que Ciudad Juárez fue el laboratorio en el que se gestó y desde donde se impulsó esta llamada “descomposición social”.
Todos los días, los diarios y los medios electrónicos dan cuenta de estos asesinatos. Las fotografías de cadáveres ensangrentados parecen ser parte importante de la reproducción de la violencia.
Según Daniela Gontijo, éstos contribuyen al desarrollo de una pedagogía de la violencia. Existe una sospecha de que el aspecto mimético muy estudiado con respecto a los suicidios, conocido como el efecto Werther o “copycat” también se da con respecto a otro tipo de prácticas violentas. Al parecer, en México se dieron cuenta de que la espectacularización de la violencia ha tenido efectos, de ahí que surgió la Iniciativa México 2011, que pretende legislar la forma en que los medios difunden este tipo de información.
Los medios de comunicación de masas son emblemáticos como mecanismos reproductores. Es cierto que no instauran la violencia, pero son un espacio privilegiado de disputa de significados con poder de reproducción. Hay que estudiar más detenidamente la difusión de la violencia y su aspecto mimético, que para René Girard, origina la violencia humana.
* Abogada feminista. Doctoranda de la Universidad de Brasilia. Actualmente realiza su tesis doctoral sobre “La mímesis y violencia. El caso de México”, en el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG-UNAM).
Publicado en Página/12 el VIERNES, 24 DE FEBRERO DE 2012
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