Gracias a Periodistas de a Pie compartimos el
Discurso de Marcela Turati en la ONU a
propósito del Día Mundial de la Libertad de Prensa que se celebra hoy
Buenos días, gracias por su invitación este día tan
importante.
Soy una reportera mexicana, como muchos, preocupada
por la situación que atraviesa mi país, catalogado por Freedom House como
país no libre para la prensa.
Nosotros, los reporteros, lo constatamos todos los
días.
Cuando un político anuncia que un fotógrafo merece
ir a la cárcel por las fotos que tomó. Cuando un reportero recibe una
llamada de un narcotraficante, o es capturado y torturado, para que
aprenda el tipo de noticias que no debe escribir. Cuando el dueño de un
medio de comunicación, o un directivo, o un editor, ordena que ciertos
políticos o religiosos o empresarios no deben ser nunca cuestionados. Cuando
un periódico, radio o televisora deja de informar sobre la
violencia. Cuando aparece el cuerpo de alguno de los nuestros, abandonado
en cualquier calle como bolsa de basura, torturado, decapitado, junto a un
cartel que indica: “Esto es porque escribió de lo que no debía”.
México es catalogado uno de los países más
peligrosos para ejercer el periodismo. También se encuentra entre los 10
países que deja los crímenes contra periodistas en la impunidad, según el
Comité de Protección a los Periodistas.
El número de periodistas muertos y desaparecidos en
los últimos años es de más de 70. Es un número alto para un país que se
dice democrático, para país no considerado formalmente en guerra. Aunque
México vive una guerra. Los reporteros mexicanos nos convertimos en los
últimos años, especialmente en el periodo del presidente Felipe Calderón,
en corresponsales de guerra en nuestra tierra.
Pero la guerra mexicana es diferente. No se muere
en campos minados o en fuegos cruzados. En México hay una cacería de
periodistas, quienes se sienten incomodados con la información sacan a los
periodistas de sus casas o, incluso, de sus oficinas, para secuestrarlos,
torturarlos o matarlos.
Como en toda guerra se desea controlar el
territorio y a la población, en la guerra mexicana los periodistas
incomodan. La lógica entonces es desactivarlos. Que dejen de contar el
número de muertos. Que no digan quién o cuántos murieron anoche. Que no se
hable de las desapariciones de personas. Que no señalen violaciones de
derechos humanos. Que se guarde la información sobre la balacera que puso
en pánico a la población.
No son asesinatos casuales, hay una cacería de
periodistas.
Si antes el problema eran los gobernantes corruptos
que no aceptaban críticas, ahora es el crimen organizado que va tomando el
poder político, cooptando o sometiendo al poder económico, tomando las
policías, pero para tener el control completo necesita controlar a la
prensa. Para que la gente no sepa lo que ocurre.
Con tantos periodistas muertos, desaparecidos,
silenciados, amenazados, y tantos medios de comunicación atacados, llama
la atención enterarnos de que el gobierno mexicano no aceptó ser o de los
países piloto del Plan de Acción de las Naciones Unidas sobre la Seguridad
de los Periodistas y la Cuestión de la Impunidad. Eso es sintomático.
* * *
Los asesinatos continúan todo el tiempo. Pero esas
muertes se pierden en la fosa común a donde van a parar todos los
asesinados. Los periodistas corren la misma suerte de cualquier ciudadano,
porque sus muertes no son investigadas. Y, peor aún, los mecanismos de
impunidad se activan para que al periodista asesinado se le culpe de su
propia muerte, se crea que en “algo malo andaba”, se siembre sospecha
alrededor para que nadie pida justicia.
* * *
Los periodistas no somos más importantes que los
ciudadanos pero trabajamos con un bien público que es la información. En
este momento no solo está en riesgo la libertad de expresión, está también
en riesgo el derecho de la gente a estar informada. El derecho a saber por
qué le pasa lo que le pasa. El derecho a tomar decisiones como por qué
calles o cruzar para no encontrar balaceras cuando se lleva a los niños a
la escuela.
Por eso es indispensable que se acabe la impunidad
en los crímenes contra periodistas. Y que siempre, en todos los casos, se
aplique un protocolo de investigación en los que se agote, como principal
línea de investigación, el trabajo periodístico que la víctima realizaba.
Una víctima del asesinato físico, a quien se le
victimizó después asesinando también su honra es Regina Martínez,
corresponsal de la revista Proceso, donde yo trabajo, en el peligroso
estado de Veracruz. La única línea de investigación fue la de robo. A
pesar de que ella era una voz potente, valiente, que denunciaba
la corrupción política y al crimen organizado. Ella era cómplice de los
ciudadanos.
Los mecanismos de la impunidad
requieren siempre manchar el buen nombre del asesinado. Sembrar sospecha y
miedo, para que nadie pida justicia, para que los colegas no se
organicen. Así se ha ido acabado el periodismo de investigación. Cuando
se silencia a la prensa, la sociedad pierde sus ojos, sus oídos, su boca.
Queda indefensa.
* * *
En México reina la impunidad. Los crímenes no se
investigan. Las policías y los ministerios públicos no saben investigar, o
no quieren o no pueden porque no resuelven casos. La procuración de
justicia depende del gobernante estatal, no existe autonomía. Muchas veces
los responsables de investigar los crímenes son los mismos sospechosos del
asesinato. En México la cultura es la impunidad.
Por eso es urgente comenzar a resolver los crímenes
contra periodistas y defensores de derechos humanos. Al menos resolver
esos para mandar un mensaje para que nadie se atreva a querer
silenciarlos. Porque la impunidad es una pistola sin seguro.
Es tanta la angustia ciudadana de no saber qué pasa
en su entorno que se ha dado un fenómeno en varias ciudades donde
ciudadanos toman el papel de los periodistas, crean blogs, abren páginas
de facebook, suben videos a Youtube intentando informar lo que ocurre,
haciendo lo que los periodistas no pueden. Eso, a algunos de ellos, les ha
costado amenazas y la vida.
* * *
Hay otro fenómeno del que no se habla, que abona a la impunidad, y es la
corrupta relación de la prensa con el poder. El gobierno premia a quien le
es fiel y castiga a los medios críticos. La falta de transparencia en la
asignación de publicidad es el arma que tienen los gobernantes para callar
a la prensa. Los medios críticos quedan aislados, contra la pared y en
constante riesgo de desaparecer. Esta denuncia fue llevada a la Corte
Interamericana de los Derechos Humanos por parte de la revista Proceso.
Esta situación forma parte de la censura que se vive.
Como dependen del gobierno, muchos medios de
comunicación callan la violencia. No se interesan por presionar al
gobierno para que existan nuevos mecanismos para la protección de la
libertad de expresión. No presionan para que firme planes de acciones como
el que propone la ONU, que el gobierno anterior no firmó a pesar de su
discurso oficial de apertura el escrutinio y cooperación internacional. A
pesar del tamaño de la emergencia no se hizo nada. Aunque cualquier
estrategia de cooperación hubiera significado una gran ayuda para mejorar
la situación de la prensa.
La prensa fiel al gobierno no habla de la
violencia. Invisibiliza a los muertos. Juega el juego que pide el
gobierno. No exige tampoco justicia para sus reporteros fotógrafos
asesinados o desaparecidos, para evitarse un boicot publicitario. Muchos
medios de comunicación son instrumentos que sirven de arma para defender
los intereses de los dueños e intercambiar favores.
Por eso, entre periodistas decimos que estamos
entre tres fuegos: el de los gobernantes, el del crimen organizado y el de
las empresas que defienden intereses contrarios a los ciudadanos.
En México parece
que no pasa nada. Se habla de paz y no hay voces que salgan a decir lo
contrario porque están silenciadas. Muchos lugares están en sometidos al
silencio. Cada vez son más los lugares de los que perdemos la señal, de los
que no sabemos qué está pasando. Y cualquiera se atreve a silenciar, ya no
sabemos qué es lo que molesta. Si detrás de una amenaza hay intereses
empresariales, políticos, traficantes drogas. Es como caminar sobre arenas
movedizas.
Daniel Alejandro Martínez, el último periodista
asesinado, apenas la semana pasada, fue criminalizado por el procurador de
justicia encargado de investigar el crimen a las pocas horas de que su
cuerpo fue encontrado. El último periodista desaparecido apenas en enero,
Sergio Landa, había recibido a amenaza porque publicó el asesinato de un
taxista. El primer desaparecido, Alfredo Jiménez Mota, desapareció por
investigar a narcotraficante local. Otro desaparecido, Ramón Ángeles
Zalpa, por denunciar el robo de minerales y la presencia de talamontes
en su tierra. Regina Martínez pudo haber sido asesinada por cualquier nota
incómoda.
Algo está podrido en un país cuando, como varios
que conozco, tienen hecho su testamento, su carta póstuma, se sienten
vigilados hasta cuando hablan por teléfono, se siente condenados a pena de
muerte.
Este es un SOS para que volteen a ver
a México, para desactivar la impunidad, la poca transparencia en la
asignación publicitaria, las relaciones corruptas prensa-poder, para
presionar por mejores condiciones laborales de los periodistas porque
también son asuntos de seguridad. Es necesario empoderar a
la presa, a los periodistas, y con ello a los ciudadanos. Es una llamada
de auxilio para que no haya un solo asesinato más.
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