La Historia de esos días

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27 de mayo de 2013

Diez actitudes machistas que las mujeres han de sufrir a diario


Estos comportamientos tienen en común la objetivización de la mujer. 

Por Héctor G. Barnés

Laura Bates es la fundadora del Proyecto Machismo Cotidiano o, en su idioma original, Everyday Sexism. El concepto de dicha página puede parecer sencillo, pero es realmente revelador: se trata de una colección de testimonios enviados por mujeres de todo el planeta en el que estos relatan episodios de machismo vividos en primera persona, y que van del detalle en apariencia insignificante a historias de acoso sexual.

Lo que en un primer momento parecía un trabajo meramente recopilatorio y circunstancial ha terminado convirtiéndose en una enciclopedia sobre el machismo del siglo XXI, definido a través de sus propios actos. La página, que permite rastrear los testimonios por países, acaba de incorporar su entrada número 30.000, aunque se prevé que su crecimiento sea exponencial debido a la amplia difusión que la iniciativa está gozando.

Los comentarios sexualmente ofensivos siguen siendo muy habitualesLas repetidas apariciones de Bates en los medios ingleses, principalmente en The Telegraph, han proporcionado una gran difusión al proyecto. Precisamente en ese medio se han publicado diversas recopilaciones de algunos de los tweets enviados a la página del proyecto. Profundizar un poco en su página web permite distinguir cuáles son los comportamientos más frecuentes y, a la vez, los que más molestan a las mujeres. La mayor parte de ellos son obvios, pero como demuestra la ingente cantidad de comportamientos denigrantes que se repiten recurrentemente, parecen no quedar claros para la mayor parte de los hombres.

El comentario sexualmente ofensivo. Uno de los mensajes, enviado por Meghan, indica cómo un hombre de avanzada edad le había señalado que “si tuviese cuarenta años menos, estaría encima de ti”. Es seguramente el tipo de actitud más frecuente y más desagradable, el de la proposición sexual realizada sin ninguna clase de gusto o tacto, no digamos ya con posibilidades de llevarse a cabo. En la mayor parte de casos, estos comentarios sugieren que la mujer es poco más que un objeto para el que los pronuncia.

Las referencias al cuerpo de la aludida. En el artículo publicado esta misma semana en The Telegraph, se destacaba uno de los mensajes enviado por alguien a quien cuyo compañero la llamaba a diario “tetas grandes” (“big boobs”). El trabajador dejó de hacerlo cuando esta comenzó a llamarle “pito corto” (“small dick”), muestra de que en la mayor parte de casos devolver el golpe es la mejor opción.

Hay cosas que las mujeres no pueden hacer. Una tal “S” cuenta cómo le marcó que su padre no le permitiera nunca jugar ni al baloncesto ni al fútbol, ya que se trataba de “deportes para chicos”. Muchos comentarios de los que aparecen recogidos en esta página hacen referencia a la aún consolidada idea de que hay determinadas cosas que una mujer no puede hacer ya que “se puede hacer daño”.

La mujer, en la cocina. Dentro de esa última categoría de comentarios que distinguen entre lo que una mujer debe hacer y lo que no, se encuentran aquellos que encasillan al sexo femenino en su habitual rol de ama de casa, madre y esposa, y que abundan mucho más de lo que nos gustaría pensar en nuestra, en apariencia, igualitaria sociedad. Uno de los testimonios indicaba que un alumno de unos doce años había reconocido en clase que era más “económico” que las mujeres se quedasen cuidando de la casa.

Confusiones denigrantes. Una de las ramificaciones de la creencia de que las mujeres no pueden aspirar más que a trabajar en el hogar o, como mucho, ser secretarias o limpiadoras, se refleja en esa habitual broma en la que se reconoce a una mujer que ha sido confundida con otra de menor categoría. Es lo que explica una científica a la que, ataviada con su bata, se le acercó un compañero y le dijo extrañado que no sabía que era una de las trabajadoras del centro, ya que pensaba que era la recepcionista.
Diferencias a la hora de aceptar su valía. No somos conscientes de ello, pero en muchas ocasiones, se sigue tratando de forma diferente a hombres y mujeres a la hora de cumplir con un objetivo, entregar un trabajo o cumplir una orden. Una tal Mary ilustra a la perfección esta circunstancia con una historia en la que detalla la actitud que manifestaban sus profesores respecto a ella y su pareja a la hora de estudiar su posgrado en economía. La autora explica que ambos hacían los deberes a la vez, juntos, y en muchos casos era ella la que debía ayudar a su compañero, por lo que los resultados eran exactamente los mismos. Pues bien, él siempre obtenía mejores notas que ella y un “¡gran trabajo!” frente al “buen intento” que solía definir los trabajos de ella.

Las mujeres que han decidido trabajar no pueden quejarse. Como consecuencia de esa cacareada inutilidad del sexo femenino en el mundo laboral, muchos hombres han adoptado la idea de que ellas mismas se han buscado sus problemas de conciliación laboral y que, por lo tanto, el sexo masculino no tiene ninguna responsabilidad. Es lo que le ocurría a una de las participantes cuando desvelaba la respuesta que había recibido de uno de sus compañeros en una conversación sobre el número de holandesas en el mundo de la política, que aunque no era “despreciable”, aún distaba mucho de la igualdad total. Su compañero le dijo: “No empieces con eso, es problema de la mujer si tiene que elegir entre su carrera y sus hijos”.

Cállate. Otro comportamiento tristemente habitual es el de despreciar la inteligencia femenina haciendo callar a la mujer al no considerar de relevancia lo que pueda aportar a la discusión. O ni siquiera eso, sino que muchos piensan que el rol de la mujer ha ser pasivo y obediente. Una de las participantes en el proyecto cuenta cómo había oído a un hombre decirle a su esposa “si tuvieses modales, habrías aprendido a tener la boca cerrada”.

Las mujeres no pueden disfrutar del sexo. Un prejuicio vinculado a esa concepción de la mujer como ama de casa obediente y el hombre como macho alfa que puede decidir lo que hacer con su pareja, familia y entorno. Hasta la liberación sexual de los sesenta no se aceptó que la mujer podía disfrutar también de su propia sexualidad, y ni siquiera aún se ha conseguido derribar dicho mito. Muestra de ello es el testimonio de una mujer que firma como “PC” y que afirma que uno de sus amigos la llamó “sucia zorra” (“filthy slut”) por reconocer que disfrutaba haciendo el amor.

Las mujeres no pueden hacer trabajos técnicos. En una de las entradas más recientes del proyecto, una de las participantes señalaba cómo durante una entrevista de trabajo el seleccionador de personal le había preguntado de qué manera pensaba hacer su trabajo, ya que “las mujeres no están dotadas para lo técnico”, y además, esta tendría que convivir con otros ocho hombres si era contratada. Dos escollos, al parecer, difíciles de salvar, pero que desvelan los rasgos de la mentalidad conservadora que aún pervive en gran parte de la sociedad occidental.

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