La Historia de esos días

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La historia de esos días

23 de julio de 2010

Golpe a la memoria histórica. Adriana Malvido

Milenio
Cambio y fuera
2008-01-23•Política
Recomendarvotar ahoraEra la Casa de Calderas y se ubicaba en Regina 97. Formó parte del antiguo convento de los Camilos en el siglo XVIII, fue escondite de jesuitas expulsados, cerería, primera sede del teatro Ángela Peralta y, más tarde, de la primera secundaria del país. Su dueño, Emiliano Reyes Martínez, tenía ya un proyecto de restauración. El Gobierno del Distrito Federal lo expropió de pronto, el dueño se amparó y a medio litigio y en plena luz del día, el monumento fue demolido abruptamente. Es sólo un ejemplo.
Testimonios de nuestra memoria histórica, páginas de un relato que aún no terminaba de descifrarse y piezas de una identidad que ha tomado siglos en cobrar forma se hicieron polvo en un dos por tres con la demolición de 14 edificios del XVII, XVIII y XIX, catalogados como monumentos e integrantes de todo un contexto, el Centro Histórico, que la UNESCO declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad hace 20 años.
Además de la violación a varias leyes federales y convenios internacionales firmados por México, los argumentos del gobierno de la ciudad para demoler los monumentos y destinar sus espacios al comercio ambulante revelan un desprecio por la memoria: “eran cascarones”, “ruinas”, “piedras antiguas e inmuebles deteriorados”.
Lo anterior y la tardía reacción del Instituto Nacional de Antropología e Historia, que prefirió denunciar penalmente a detener la destrucción del patrimonio, han generado indignación entre historiadores e investigadores.
¿Dónde quedó el INAH que defendió con firmeza los 60 monumentos del Centro Histórico en riesgo por la Línea 8 del Metro en 1983 hasta lograr la suspensión de las obras? Parece que se extravió junto con el espíritu que hizo posible transformar “piedras y cascarones” del siglo XVIII, como el antiguo Hospital de la Mujer en el Museo Franz Mayer o el ex Convento de Betlemitas en Museo de Economía y “las ruinas” del Antiguo Colegio de Niñas del XVI en el actual Club de Banqueros. Antes: Palenque, Bonampak, Chichen Itzá… también fueron piedras devoradas por la selva y hoy son, gracias a la conservación, ciudades monumentales y espejos de identidad que conforman nuestro mejor rostro ante el mundo.
Entonces se pensaba que la conservación del patrimonio cultural era un acto de soberanía. ¿También ese espíritu se extravió? Si así es, podemos preguntarle a nuestra ciudad como lo haría el poeta Eliseo Diego: “¿Y qué va a ser de tus recuerdos cuando no tengan ya donde encontrar abrigo?”
adriana.neneka@gmail.com

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